Publicado en Visual 125, Madrid

A mediados de 1987 apareció en los kioscos. La tapa, a dos tintas, llevaba un cuadrado rojo con el nombre: «tipoGráfica». Sin logotipo. Se fotocomponía en Frutiger, en columnas pegadas a mano.

Su primer número, tpG1, estaba dedicado al diseñador y artista plástico Juan Carlos Distéfano. Párrafos abajo se hacía referencia a Tomás Maldonado «quien al frente de un grupo de artistas abrió a mitad del siglo XX el debate del diseño en Argentina». En el país no existían revistas de diseño ni textos educativos actualizados. La información profesional era casi nula. tipoGráfica se propuso «crear un espacio de encuentro, reflexión y discusión creativa» en idioma castellano. Sus directores eran Roberto Alvarado y Rubén Fontana; la secretaria de redacción, María Teresa Bruno.

Corrían los primeros años de la recuperación democrática y el gobierno de Raúl Alfonsín había normalizado las universidades argentinas. Los exámenes de ingreso a la Universidad de Buenos Aires fueron derogados, según los postulados de educación pública, laica y gratuita. En 1984, la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la UBA había creado la carrera de Diseño Gráfico, que existía en las universidades públicas de La Plata y de Cuyo desde 1962.

Desde los primeros números tipoGráfica manifestó su interés prioritario: en sus páginas analizó la enseñanza de diseño en Buenos Aires, La Plata y Cuyo. Publicó opiniones de alumnos, profesores y directivos que reflexionaban sobre metodologías, contenidos, planes de estudios. Mostró lo que se producía en las aulas. Poco tiempo antes, los principales diseñadores de la capital habían constituido la Asociación de Diseñadores Gráficos de Buenos Aires (ADG) y muy pronto recibieron el apoyo de los primeros egresados de la UBA.

Actitud: comunicación para diseñadores (1987-1994)

Entre 1987 y fines de 1994, tipoGráfica completó ocho ciclos de tres números por año. Desde tpG10 (1990) las tapas se imprimieron a todo color. La revista terminaba de cumplir su tercer aniversario y expresó su ánimo: «Uno no puede evitar seguir creciendo». En la fiesta, los asistentes destacaron una labor editorial que «construye la esperanza de los demás», «construye la realidad sin esperar a que la realidad la gratifique» y «marca el pasaje del diseño gráfico argentino de la memoria oral a la memoria escrita». Ni entonces ni después los editores se dejaron influir por las «reglas del mercado». Tampoco bastardearon el contenido a cambio de beneficios económicos.

En tpG12 (1990) se incorporó color en ocho páginas del cuerpo central y se encargó a una editorial española la circulación internacional de la revista. En el número siguiente se incorporó al equipo un comité asesor de profesionales y especialistas internacionales. Desde tpG19 (1993) se distribuyó fuera del país con un suplemento de sus artículos traducidos al inglés.

El país había soportado en 1989 un feroz proceso hiperinflacionario, el fracaso del gobierno de Alfonsín y desde 1990 sufría el gobierno neoliberal y privatizador de Carlos Menem. Durante esos años la revista supo atravesar la crisis y organizó concursos de diseño en función social junto a organismos no gubernamentales: Greenpeace, Cruz Roja, Poder Ciudadano y Unicef. En el mismo período se destacó el aporte tipográfico de Martin Solomon y los reportes de diseño desde ciudades remotas: Nueva York, San Pablo, San Francisco, Madrid, Barcelona, México.

En 1994 tipoGráfica cumplió siete años. Invitó a enviar a la redacción saludos y mensajes en forma de tapas. Las reunió y expuso en una muestra que recorrió importantes ciudades argentinas. Las recopiló en un número especial «de festejo, no de lujo», «buscando motivos y encontrando causas», con imágenes de la fiesta, nuevos saludos, una memoria de lo actuado y un índice de contenidos actualizado.

A fines de ese año, tpG24 homenajeó a Juan Andralis, curador de la revista desde su origen e inspirador de todo el equipo: «Que la tipografía sea la probidad del diseño», «Que el diseño sea todo lo que acontece». La redacción incorporó herramientas informáticas. La dirección estaba ya a cargo de Rubén Fontana. La secretaria de redacción era Mónica Daverio.

Crecimiento y consolidación: conciencia de sus actitudes (1995-2002)

A partir de 1995 comenzó a consolidarse el proyecto. Ese año, tpG25 presentó una nueva tipografía, un sistema diseñado para atender todas las necesidades editoriales: texto, itálica, negrita, títulos, versalitas. La revista tenía letra propia: Fontana tpG. La encuadernación con lomo y la impresión a color de todo el cuerpo central reforzaron su carácter. A partir de tpG31 (1997) comenzaron a publicarse cuatro números por año.

En 1997 tipoGráfica cumplió diez años: los festejó organizando un ciclo de charlas gratuito que reunió cinco conferencistas con 1600 asistentes y llenó el teatro Broadway de Buenos Aires.

La redacción empezaba a aprovechar las herramientas de internet: un foro de mensajes y una dirección de correo electrónico. En tpG36 (1998) se anunció el lanzamiento del sitio www.tipografica.com desarrollado junto al estudio Bigital. Poco tiempo después se incorporó al sitio una sección gratuita de avisos clasificados y una agenda de eventos y actividades profesionales. A partir de tpG43 (2000) Marta Almeida asumió como secretaria de redacción.

Los miembros del staff y los asesores le dieron variedad de puntos de vista, riqueza de experiencias y profundidad teórica al contenido. A esos artículos se sumaron trabajos de diseñadores menos conocidos en nuestro país. Los aportes internacionales sobre tipoGráfica se hicieron frecuentes. Se publicaron investigaciones sobre historia de la tipografía, tecnología y soportes digitales. El abanico de colaboradores locales y regionales creció y se diversificó.

En 2001 la revista cumplió 15 años. Organizó un evento descomunal que reunió cinco conferencistas internacionales y siete locales. Las conferencias y la mesa redonda en el hotel Sheraton de Buenos Aires tuvieron más de 700 asistentes. Entre las muestras temáticas se presentó una con el nombre «Letras Latinas». Las actividades fueron registradas en tpG51, que incluyó un disco interactivo con archivos de texto, audio y video.

Pocos días después de aquella fiesta, el gobierno de Fernando De la Rua (sucesor de Carlos Menem) se desmoronó en medio del caos económico. La revista, que según Rubén Fontana «nació y vivió en estado crítico», logró superar la situación. Pero además, tuvo el coraje y la decisión de registrar la crisis y dedicarle tapas, editoriales y notas centrales en los números tpG52, tpG53 y tpG54 (2002).

Despedida: plenitud de la razón (2003-2006)

En el 2003 comenzó el período final. Desde tpG55 empezaron a publicarse cinco números por año. La fuente Andralis ND (antes Aura) se sumó a Fontana ND (antes Fontana tpG) en la composición de textos.

En el país, el control político estaba en manos del peronismo dividido. Después del alejamiento de Fernando De la Rua, el contexto social recuperó lentamente la calma. En el campo gremial, un puñado de jóvenes diseñadores volvieron a reunirse para impulsar la creación de la Unión de Diseñadores Gráficos, en reemplazo de la burocratizada ADG.

tipoGráfica, que gozaba ya de prestigio local, regional e internacional, impulsó la bienal Letras Latinas, que reunió la producción tipográfica de Latinoamérica. La convocatoria estaba inspirada en la muestra que se había realizado tres años antes. La dirección de la revista encargó la producción de reseñas históricas de la tipografía de Argentina, Brasil, Chile y México para brindar información específica de los países que más tarde serían anfitriones de la bienal. Las reseñas se publicaron en los últimos números de 2003: tpG56, tpG57, tpG58 y tpG59.

En el mismo período Rubén Fontana propició la creación de un grupo de estudiantes, profesores y egresados interesados en la tipografía, preocupados por profundizar su formación y abiertos al intercambio de ideas. Luego de un año de intensa actividad, el grupo t-convoca apoyó la primera bienal Letras Latinas y participó en la organización de la sede argentina.

El número siguiente, tpG60 (2004) fue un verdadero catálogo razonado de la tipografía de la bienal: 235 alfabetos procedentes de 10 países latinoamericanos. En ese número, a través de señales apenas perceptibles, la revista comenzó a despedirse de su público.

Durante ese año, tipoGráfica profundizó sus reflexiones sobre el estado de la educación, analizándola a la luz de otros parámetros: educación e identidad (tpG60), educación y saber (tpG61), educación y seguridad (tpG62), educación y poder (tpG63), educación ahora (tpG64): profundos, oportunos y comprometidos textos con la firma de Zalma Jalluf. Entre 2004 y 2006, la calidad de los artículos compitió con el prestigio de sus autores.

Mientras asistimos a la segunda bienal Letras Latinas 2006, un acuerdo entre la revista y un importante matutino de Buenos Aires permitió la edición de un suplemento especial a todo color impreso en papel prensa.

El sello tpG|ediciones, además de producir tipoGráfica, publicó libros propios, como el homenaje a Juan Andralis y distribuyó libros de amigos, como una editorial valenciana con la que comparte la misma «pasión por la tipografía». Todos los productos de tpG tuvieron siempre un diseño excelente. Elegantes y sobrios, lucieron el mismo nivel de calidad. Coherentes con la claridad del mensaje editorial.

En 2006, veinte tipógrafos de primer nivel internacional reunieron sus respuestas al cumplir la revista veinte años. Martin Solomon publicó allí su último texto. También hizo su aporte el comité asesor y el equipo de corresponsales. Ese número, tpG70, fue otro ejemplar impresionante: «Querida tipografía», «de la intuición a la profesionalización», «alfabetizar el diseño».

A partir de entonces pudimos leer al costado de las imágenes de tapa:

tpG70: cuatro-ve-ta

tpG71: tres-dobleve-tara

tpG72: dos-equis-ra ra

tpG73: uno-ye-chin

tpG74: cero-zeta-pum

Lectores, colaboradores y amigos de la revista tardamos demasiado en darnos cuenta de las señales. Demasiado en entender que esa despedida, que maduró a principios del 2006 había comenzado dos años antes. Los últimos quince números, alineados en la biblioteca, anuncian y confirman la decisión: «AHORA LETRA NUEVA».

Esta despedida nos obliga a crecer. Dice tipoGráfica que cumplió su ciclo, que «deja de editarse pero no dejará de ser». Comprobamos que el espacio de encuentro, reflexión y discusión creativa que se había propuesto es hoy una realidad. Quienes nos sentimos parte de esa «letra nueva» tenemos ahora un camino abierto y mucho trabajo por delante.

© Pablo Cosgaya y revista Visual.